«Somiedo un poema escrito por el agua”
Artículo en abierto de nuestro tertuliano Víctor M. Vázquez en La Nueva España del 22 de septiembre de 2017
Perdóneme el lector la licencia de repetirme al iniciar este artículo que intenta rememorar la entrada en funcionamiento de la primera central hidroeléctrica asturiana y germen de la gran empresa regional Hidroeléctrica del Cantábrico, antes Saltos de Agua de Somiedo y hoy en día integrada en la compañía multinacional Energías de Portugal (EDP).
Y digo repetirme, porque el 17 de septiembre de 2011, en la Tercera Romería de la Trashumancia celebrada junto al lago de La Cueva, tuve el honor de pronunciar el pregón y lo inicié con las palabras que reproduzco a continuación: «Somiedo es un poema escrito por el agua, una balada caótica de versos labrados piedra a piedra; pero es poesía armónica y hermosa, arropada por la vida que aflora en todas partes. Poema vivo, arcaico pero eterno, imperecedero aunque vetusto, primitivo pero inmortal, como si hubiera sido concebido para perdurar y ello pese a que tantas y tantas veces, los seres humanos vengamos contribuyendo a su composición con renglones retorcidos».
Pues bien, este poema imaginario -un soneto, por supuesto- contiene un gran verso endecasílabo que no es otro que el que se refiere a la mano del hombre dominando el agua para dar vida a la Central Hidroeléctrica de La Malva, cuyo centenario de entrada en funcionamiento estamos celebrando en estos días.
Es difícil imaginar cómo en aquellos lejanos inicios del siglo XX, con el retraso cultural y social de Asturias, las dificultades en las comunicaciones, la precariedad en el trabajo manual, la escasa industrialización y un sinfín de impedimentos sobrevenidos, se hubiera llevado a cabo lo que entonces fue una obra de titanes.
Para entender cómo se obró el milagro, cómo se desarrolló la aventura de la electricidad en Somiedo, hay que rememorar la figura de los aventureros, de los hombres intrépidos que superando riesgos de todo tipo fueron capaces de dominar un territorio inhóspito por lo quebrado y salvaje. Por aquel entonces por estas altas tierras ya se dejaba ver la figura de D. Narciso Hernández Vaquero, verdadero emprendedor y artífice de la audaz aventura de generar energía con las aguas de los lagos de Somiedo, primero con las del lago del Valle y posteriormente con las de los de Saliencia. Los conocimientos técnicos y los proyectos redactados por Hernández Vaquero unidos a dos grandes empresarios afincados en Asturias, D. Policarpo Herrero y Vázquez y D. José Tartiere y Lenegre, constituyeron el germen de la sociedad civil privada Saltos de Agua de Somiedo, establecida en Oviedo el día 15 de marzo de 1913 junto con otros cinco socios, los marqueses de Aledo y de la Vega de Anzo, y D. José González Herrero, D. Celestino García López y D. Benito Collera Duyos. Con posterioridad, en 1920, la entidad se transformaría en una sociedad anónima que tomaría el nombre de Saltos de Agua de Somiedo-Hidroeléctrica del Cantábrico.
En la necrológica que publica en «ABC» el periodista asturiano Eugenio de Rioja, el 30 de octubre de 1964, comenta que «si la fe mueve montañas, en el caso de D. Narciso Hernández Vaquero, por su fe extraordinaria en Asturias y en los proyectos que patrocinaba, las ha movido literalmente».
La imagen de Hernández Vaquero ha sido inmortalizada por su nieto, el arquitecto, escultor y pintor Joaquín Vaquero Turcios en el gran mural sobre la historia de la electricidad en Asturias que pintó en la central hidroeléctrica de Grandas de Salime, diseñada por su padre, el también arquitecto y artista Joaquín Vaquero Palacios. En él representa a D. Narciso sobre un corcel blanco recorriendo las montañas somedanas e ideando su primera central. Desgraciadamente estas tres generaciones de hombres admirables, que vieron y vivieron estas tierras somedanas, se nos han ido sin desvelarnos todas sus vivencias.
Sobre la Central de La Malva también escribe el teósofo extremeño Mario Roso de Luna, en su libro «El tesoro de los lagos de Somiedo» que vio la luz en 1916, pues tuvo la oportunidad de visitarla en obras antes de su finalización. Roso de Luna, el «fraterno amigo de Asturias» en palabras de Alfonso Camín, llega a sugerir que tal vez el verdadero tesoro de aquellas tierras estuviera en aprovechar la fuerza de las aguas descargadas desde las laderas del Pico del Mundo. Este topónimo está casi perdido en beneficio del que se utiliza actualmente, Monte Gurugú, y sería un cambio materializado con seguridad por somedanos que habían regresado de la guerra de Marruecos, que habían combatido en dicho lugar y que trabajaron en la construcción de la Central de La Malva combatiendo contra las fuerzas de la naturaleza en aquellas enormes laderas calcáreas.
El libro de Roso de Luna, conocido en su tierra como el «Mago de Logrosán», al que yo he calificado como realidad fantaseada o ficción legitimada, así como la primera guía mágico turística de Asturias, es con seguridad el texto que hizo que los nombres de Somiedo y de la Central de La Malva recorrieran gran parte del mundo, al menos el de los hispanohablantes.
La historia de esta célula madre de la generación de energía hidráulica en Asturias, concebida hace ya más de un siglo, sigue viva en uno de los rincones más bellos de Somiedo y a su vez en uno de los puntos calientes de la biodiversidad de nuestro primer Parque Natural. Perfectamente integrada en el maravilloso desfiladero de La Malva se ubica nuestra central más vetusta. Es posible que hoy en día, por simples motivos de rentabilidad, por escasa producción, por preservar la integridad de los parajes por los que discurren los canales, por mantener los lagos en su estado natural y por otras tantas razones que se me ocurren no se hubiera construido, como pasaría con otros muchos monumentos histórico artísticos e industriales. Pero este pequeño tesoro obra del hombre está ahí, en su sitio, celebrando su centenario. Si algún lector no ha estado nunca en él yo simplemente le recomiendo que visite el lugar, no le defraudará. Feliz primer centenario.
FUENTE: Víctor M. Vázquez