Entrevista en abierto al Doctor e Investigador Joaquín M. González Cabrera, publicada el domingo 30-10-16 en la Nueva España.
Joaquín fue el invitado del viernes 28 de octubre de 2016 en la charla coloquio de TERTULIA 17 en la Casa de la Cultura de Mieres
JOAQUÍN GONZÁLEZ CABRERA | Doctor en Psicología, investigador y profesor de la UNIR
«Un teléfono móvil en manos de un niño es casi un arma de destrucción masiva»
«Darle un terminal a un menor que no esté preparado, que aún sea inmaduro, puede propiciar que alguien lo hunda en la miseria»
MIERES DEL CAMINO, DAVID MONTAÑÉS 30.10.2016 |
El acoso escolar a través de las nuevas tecnologías se ha instalado en los centros educativos a tal velocidad que el problema avanza al tiempo que se estudia. Joaquín González Cabrera es profesor agregado de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR) y hoy en día está considerado como uno de los mayores expertos del país en el campo del ciberbullying. Doctor en Psicología, ha ofrecido en Mieres una charla promovida por la asociación «Tertulia 17». Antes atendió amablemente a LA NUEVA ESPAÑA.
–¿A partir de qué edades los padres deben estar más alerta?
-Podríamos decir que a día de hoy, porque es un fenómeno muy cambiante, la literatura pone la diana en segundo de ESO (Educación Secundaria Obligatoria). Estamos hablando de un niño que ya tiene unos 12 o 13 años. Yo diría que los 12 años es una etapa crucial, ya que se juntan muchos elementos. Los últimos datos publicados, recogidos hace aproximadamente un año, dicen que el 70 por ciento de los niños de 10 años tiene un teléfono de móvil. Esa edad, además, va en claro descenso. Eso no quiere decir que el problema se pueda dar a otra edades, pero hoy en día es sobre los 12 años cuando el teléfono ya está presente en la vida de los niños de una forma integral. Empiezan a no tener la vigilancia paterna, que es muy importante para el uso de esta tecnología. Es como una granada de mano. Si no se utiliza bien, es muy peligroso.
–¿Más que un ordenador?
-Es algo interesante. Hasta hace cinco o seis años era normal hablar de una dualidad entre el teléfono e internet. El primero servía para hablar y el segundo para conectarte a la red. Eran dos cosas diferentes. Pero hoy en día el teléfono inteligente conectado a internet hace que puedas wasapear, que tengas acceso constante al correo electrónico, a foros o a páginas web.
–¿A qué edad les recomendaría a unos padres comprar un teléfono móvil para su hijo?
-Les diría que lo postergase todo lo posible, y si lo tiene comprar antes de lo que le gustaría para evitar que su hijo se sienta aislado socialmente, le recordaría que lo importante es asegurarse de que se hace un buen uso del aparato. Venimos de una generación muy distante y no hemos entendido que la información sobre el teléfono móvil debe tener una relevancia igual que la que en su momento alcanzó la educación sobre el uso del preservativo. La clave es saber usar las cosas y que los padres establezcan un procedimiento.
–¿Se puede buscar ayuda?
-Hoy en día hay libros, guías para padres, que ayudan a fomentar un buen uso del móvil. Está claro que es una herramienta que ya no puedes quitarle a nadie, pero lo que sí se puede hacer es educar bien al niño. A partir de los 10 años es la etapa perfecta para enseñar a comportarse en este campo, de igual forma que se enseñan los buenos modales. Ya he dicho que el teléfono móvil es como una granada de mano y cada vez se pueden hacer más cosas con él. Pueden servir para comprar, ver pornografía o crearte una adicción. Los últimos datos establecen que 350.000 adolescentes españoles pueden tener problemas de adicción a internet. Estamos metidos dentro del ojo del huracán y eso nos impide ver el alcance del grave problema que nos rodea. Darle una herramienta social como un móvil a un niño que no esté preparado, que no sea lo suficientemente maduro, puede dar lugar a que alguien lo hunda en la miseria.
–¿Es peligroso Whatsapp?
-Es peligroso todo aquello que no se sepa usar. Ahora bien, como red de mensajería tal vez sea lo menos pernicioso. Es mucho más problemático un programa como el Snapchat, en el que se pueden borrar inmediatamente mensajes. Se pueden mandar fotos o comentarios que luego se autodestruyen. Para insultar, molestar, hostigar o mostrar una foto de contenido sexual es una red muy perniciosa. Es muy peligroso. Insisto en que el teléfono móvil, en este ámbito, es casi un arma de destrucción masiva.
–¿No es más problemático lo perdurable que lo efímero?
-Sí, por supuesto. Es mucho más nocivo colgar una foto en un foro que toda la clase puede ver. Eso queda inmortalizado y Google se encarga de difundirlo. Todo aquello que perdure en el tiempo, y en internet pasa con casi todo, es más peligrosos que los programas de mensajería. Sobre todo, me refiero a páginas web y foros en los que los alumnos puedan ingresar libremente y sin control. Eso pasa en algunas páginas relacionadas con los institutos.
–Pues menudo abanico de posibilidades…
-Así es. Hay foros de internet multitemáticos. Si le gusta el fútbol entrará en foros del Real Madrid, lo mismo si le gustan los juegos de ordenador; tendrá donde elegir. Y en todos puede aparecer un acosador.
–¿Hasta qué edad los padres deben estar con la guardia alta?
-Pues durante toda la etapa escolar del menor. Puede haber prevalencia incluso con 16 o 17 años. Lo que pasa es que la gravedad tal vez sea menor debido a que el proceso de madurez ya está más avanzado.
–¿Qué perfiles tiene el acoso escolar en las redes sociales?
-Podemos hablar de tres, que serían cibervíctima, ciberagresor y ciberobservador. También se puede señalar un cuarto actor, que sería la víctima que se convierte en agresor al intentar desviar los ataques. De todas formas, es el grupo menos prevalente y que con menos frecuencia aparece en los centros. Hablamos de porcentajes de entre el 1 y el 3 por ciento. Por el contrario, los últimos estudios reflejan que ciberobservadores son casi el ciento por cien de los alumnos. Además hay varios subtipos. El ciberobservador ajeno es el prototipo que tenemos más o menos todos en la cabeza y que parece que mete la cabeza debajo del pupitre. Cuando ve algo en el Whatsapp lo desecha y se desentiende. Luego están otros dos perfiles, que son el reforzador y el seguidor, que están vinculados tanto a las víctimas como a los agresores. A unos les parece bien lo que hace el agresor o incluso les echan un capote, le hacen guiños y lo incitan. No eres parte del problema activo, pero lo potencias.
–¿El problema afecta de igual manera a los chicos y a las chicas?
-El único estudio que se ha hecho en este campo en Asturias dice que no hay diferencias entre sexos. Pero generalmente se sostiene que el ciberbullying tiene más prevalencia de acoso femenino, mientras que el bullying cara a cara, con enfrentamiento físico, es más prevalente del masculino. Pero remarco que me refiero a la literatura, ya que los estudios de momento no ven diferencias.
–¿Existe alguna singularidad en las Cuencas?
-La respuesta es muy complicada. Muchas veces la comparación de resultados depende de la forma en los que los miras. Todo depende de la evaluación y de los programas, que son muy nuevos, con pocos instrumentos. Pero la verdad es que los datos que nosotros hemos obtenido aquí reflejan un nivel de incidencia significativamente alto, por encima de la media. Por ejemplo, el acoso leve afectaría al 30 por ciento de los escolares, mientras que lo habitual es que ronde el 20 por ciento.
–¿Por qué?
-Contestar a eso requeriría de otro tipo de estudios.
–¿Qué papel deben jugar los centros escolares en los referente al ciberacoso?
-En materia de acoso tienen muchísimas armas para combatirlo, ya que se produce dentro de los muros del propio centro. El bullying tradicional es un problema que de manera clara afecta al colegio o al instituto en que se produce. El problema del ciberacoso es que trasciende las paredes del centro. Y lo hace tanto a través del tiempo como del espacio. Se puede dar un sábado a las once y media de la noche en la propia habitación del niño. Con lo cual, el papel que debe jugar el centro corresponde a labores preventivas, que deben abordarse en comunión con los padres.
–¿Cómo se castiga el ciberbullying?
-Es cierto que el castigo en el ciberacoso es muy complicado. Muchas veces es una problema de carácter jurídico legal que nos trasciende. Las guías siempre recomiendan el contacto permanente con los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. El Código Penal establece elementos tipificados que tiene que ver con el mal uso de las nuevas tecnologías y el hostigamiento a otras personas. Los menores están especialmente protegidos.
–Habla de las víctimas. ¿Pero el agresor? ¿A qué tipo de medidas disciplinarias se puede someter a un menor que no cesa en sus actitudes de hostigamiento grave?
-Pues los culpables subsidiariamente son en este caso los padres. Es verdad que cuando el bullying estaba centrado físicamente en el cole los propios centros tenía, por así decirlo, un marco jurídico para actuar. En el ciberbullying existe una disociación. El problema se vuelve más complejo, pero cuando es punitivo tiene efectos de sanción legal y deben actuar las fuerzas de seguridad.
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